Profundo delirio de una lágrima
ardiente que surca incontrolable por la mejilla, pero no parece tristeza, es
algo distinto, es algo especial. Y se ahoga el alma en un sin fin de emociones,
una marea que arrasa con el ser completo, tanta confusión se declara y la mente
estalla en sentires formando parte ahora del corazón. La desesperación que
lleva el incontrolable impulso de sentir que no existen barreras ni destino, ni
cuentos de hadas. No hay palabras mágicas que destruyan las dudas o miedos. El
tiempo es dueño indiscutible de la sensación, y me pregunto porque. Corremos
perdidos tras sueños que escapan a la realidad pero que dan tanta vida a la razón
que no los dejamos huir, y aunque no sean exactos buscamos abrazarlos, nos
aferramos a ellos. La ilusión de un niño en busca de su tesoro, de la aventura más
grande jamás conocida. Pero se pierde en los porque, en los cuando y en los
donde sin saber que nada de eso tiene sentido. Y se ahoga el alma, cuan
desesperada se encuentra y me pregunto porque, porque existe el tiempo cuando
las miradas bastan, cuando las sonrisas brillan. Desesperada ambición de
creerse dueño de la emoción, de pensar ser el confesor mismo del amor en si suelto
en la tierra con la única misión de poder ser. Libertad, sentimiento, locura, pasión,
deseo, todo resumido en una sola mirada a pesar de las miles que pueda haber,
todo esto se comprende solo en una. Y el tiempo no es dueño de nadie ni de
nada, si las miradas bastan, si las sonrisas explotan. Y aun me pregunto
porque, aunque carezca de sentido.
Profundo delirio de una lágrima
ardiente, pero no es de tristeza sino de alegría. Alegría por volver a
enamorarse…