miércoles, 2 de marzo de 2016

Puedo

¿Puedo ver en otros ojos y encontrarte?, puedo olerte en el aire, respirarte en esencia en el perfume que se impregna en la brisa y encontrarte. ¿Puedo besarte en el recuerdo y sentir tus labios?, puedo descubrirlos en otras bocas sin que sepan diferente, pero aun se sienten diferentes. ¿Puedo oír tu voz en un sueño?, o los retazos de cada eco que tus palabras me dejaron. Puedo construir tu imagen desde cero, apuntando cada estrella con mis dedos, dibujando en mi mente la simetría exquisita de tu risa. Cabe la posibilidad, cabe el intento por encontrarte. Y me pregunto, ¿Qué es lo que ando buscando?
Puedo remontarme en el tiempo para encontrarnos en la cama, disolver en fragmentos la imagen de tu cuerpo y recorrerlo casi con exactitud en la distancia, casi con perfección. Tan preciso que mi tacto aun te siente. ¿Puedo tocarte sin tenerte cerca?, puedo encontrarme perdido en la pregunta, pero sigo vivo en la respuesta. Y divago en pensamientos, por calles pisadas, por pisar buscando ese algo que creo perdido, u olvidado. Buscando un sueño, aquel suspiro que se detiene en las horas, que se atreve a admirar en la composición de cada segundo, sin pestañar, absorbiendo cada paso. Me pierdo buscándote, me encuentro recordándote. Y al final aun sigo sin saber, sin reconocer el propósito de mi búsqueda.
¿Puedo imitar al cielo, desde arriba imponerme y presenciar como la vida se transforma en la tierra?, puedo imaginarte como el ángel que descendió a mis brazos, que altero mis pasos. Puedo observar de costado como pasan las emociones a mi lado, como el mundo no altera su giro, como el sol aun lo atestigua y como yo me siento varado. Como yo me siento, aferrado. Silenciado por la fascinación que comprende un sentimiento de tal estruendosa magnitud de estalle, tan poderosa como para crear existencia. Puedo ver el ser que de ella surgió, el alma que allí fue creada. Puedo tocarla aun, si la melodía acompaña. Un ser dado a conocer por los sentimientos que otro ser, de igual semejanza, iba poco a poco construyendo con palabras, con momentos. Un ser que despertó un algo, una fuerza imaginaria que llevase desde ese punto y en adelante a mi cuerpo a sumergirse tan profundo en esa emoción, en ese no se que ubicado específicamente en tu sonrisa. Tan profundo hurgue en su naturaleza que me abandone el resto. Y así fue que un día el mundo olvido por primera vez sus giros, que el tiempo perdió la cuenta y empezó de nuevo. ¿Cuan desquiciado puedo estar por extrañar ese poco de magia?
Puedo intentar de nuevo, puedo. Podría, incluso sin quererlo seria posible. Pero verte sin mirar, dibujar aquella mueca en otro rostro sin esa simetría exquisita. ¿Por qué empeñarme en encontrarte?, si el mundo no altera su giro, si el sol aun lo atestigua.
Las voces suenan, retumban, no cesan. Las voces, de cuando en cuando lastiman, insultan. No comprenden. Pero no las culpo, no. Ni siquiera cuando punzan mi enfado. No las culpo no. Las voces no saben de aquel ser, de su fuerza imaginaria. Para ellas nuestro sentimiento será un secreto. Puedo educarlas, o podría. Pero, porque empeñarme si el mundo aun sigue sin altear su giro. Prefiero insistir, elijo desistir de mi paciencia de tanto en tanto para así poder seguir buscando, para continuar respirando tan profundo este aire hasta penetrar en su esencia y encontrarte, y olerte. Y besarte en el delirio de este sueño de amarte aun contra el tiempo, todavía latente en el olvido. Ponerte otro nombre de ser necesario, vestir tus palabras con un tono dispar, saborear los matices de tu voz en una canción desconocida. Dibujarte en el cielo con un rostro diferente. Puedo intentarlo, puedo alcanzarlo.

Puedo ver en mi mirada reflejada la intención de aquel ser, creado de dos, forjado de amor. Puedo apreciar su esencia y saber que no fue olvidada, que no será disuelta. Puedo verme, verte y entender que mi búsqueda aun no termina. Puedo, entre tanto y tanto perderte. Puedo. Pero no podría dejarte, no quisiera abandonarte.