Brillante se desliza cual haz de
luz sobre tu boca, brillante ilumina lo profundo del alma. Y brilla como el
fuego salvaje, se propaga por cada rincón de mi existencia. Puedo sentir el
calor que despierta con calma los sentimientos que se adormecen en el corazón.
Puedo sentir la vida, la gracia de la divinidad. Es como acariciar en un solo
segundo cada pétalo de cada rosa hasta absorber la última gota de suavidad. Y
tus ojos se elevan hasta alcanzar los astros, juntos ellos bailan, ellos
sueñan. El silencio es perfecto entre tus suspiros, los momentos son eternos en
tu piel. Cada fragmento que conforma la humanidad en mi espíritu esta de
rodillas adorando la belleza que profesa tu rostro. La sensualidad que tu
silueta exime. Nada podría ser más perfecto. Brillante el desliz percibe mis lágrimas,
y las seca con el abrigo de su calma. Cuan alto vuela mi alma, cuan lejos crece
su amor. Abrazo tu cuerpo, con el más que la imaginación de mis deseos, de mis
anhelos. Es maravilloso sentir la entrega de todo un complemento de existencia
hacia otro. Es hermoso saber que ese otro sos vos. La musa de cada letra que se
hace palabra ha descifrar en los poemas de tu voz, en los confines de tu
ternura. Que agraciada se contempla mi vida con el simple hecho de darte parte
en ella, de hacerte parte de ella. Brillante se desliza sobre el roce de mis
manos, que ahora guardan su esencia para siempre. Esencia que es felicidad. Mi
felicidad. Nuestra. Brillante ilumina lo profundo de nuestras almas, y brilla
por cada rincón de la existencia…
viernes, 17 de octubre de 2014
La presa indeseada…
No me gusta cazar mujeres. Las
considero una creación que esta mas allá de la comprensión humana. Debe haber
existido una deidad, una fuerza profunda que intervino en su existencia. No, no
me gusta cazar mujeres pero, la sed no distingue entre sexos, entre colores o
religiones. La sed solo ansia saciarse. Y a veces, de vez en cuando me
encuentro cara a cara con estas hermosas criaturas. Me gusta su aroma, el perfume que confunden
con el aire. Algunos dulces, otros más fuertes. Es como si fueran una especie más
de la rosa o de los lirios. Algunos se apoderan tan profundo de mi olfato que
me transportan a pequeños trozos de recuerdos, trozos donde a veces sonrío y
otras tantas lloro. Es como un segundo mágico. Adoro el tacto de su piel, la sutil
sensación de deslizar la yema de mis dedos y absorber cada gota de esa
suavidad, de esa calma. La caricia se alivia, se sumerge en un calor y una comprensión
impensada. Debo insistir en este punto, son parte de una deidad o una creación de
esta. Me gusta ver su miedo. Respirarlo y volverlo suspiros. Suspiros que
habitan el cuarto aun cuando las dejo solas. En este tiempo, ellas, ellas puede
ser los corderos más frágiles, los mares de llanto y desesperación que se
vuelven la más sumisa aceptación. O pueden ser la más feroz de las batallas.
Fuertes, seguras, decididas. Aunque siempre hay lágrimas, siempre hay gritos.
Las melodías del temor. Amo las muecas que cada emoción les dibuja cuando están
en aquel cuarto. El numero 9. Presas de mi voluntad, de mi sed. Las caras
tristes, las caras furiosas. Las desesperadas. Amo cada centímetro de esas
sensaciones. Quizá porque las abandone un tiempo atrás, muy atrás. Pero la expresión
que más se apodera de mi ser, la mueca más perfecta es su sonrisa. Oh,
majestuoso gesto que abriga el frío de mi alma, que da calor y latido a mi
obscuro corazón. Puedo sentir la tibieza de mi sangre, su fluir mas continuo,
mas aprisa. Puedo saborear la paz, la tranquilidad. Me ahogo en silencio y
preciso en mi mente cada fragmento de su poesía. La reescribo, la dibujo sobre
los astros a través de la ventana y me siento; me siento que vuelo. Que supero
los cielos, que alcanzo el espacio. Hasta pierdo partes de mi dolor. Se asemeja
a la luna en cuarto creciente, una curva de brillo singular que atraviesa todos
los sentidos y deja su huella en lo mas profundo de uno. Es la esencia de la
belleza. Pero esto no es un sueño, es mi más siniestra pesadilla. Me gusta la precisión
con que la obscuridad se alía con el miedo para destrozar toda su esperanza, en
esa habitación del infierno. Usualmente son 9 los días que toma romper el
encanto. Para ese entonces la divinidad se quiebra y se vuelven presas. El
cordero deja ver su cuello y el cuchillo lo cercena. La sed se calma, los
recuerdos se apagan. Solo queda la paz en esa habitación obscura. Pero, ¿Cuánto
durara esta vez?, me pregunto. Tal vez otros 9 días, tal vez otras 9 horas. La
sed no distingue entre días u horas. La sed solo ansia saciarse…
miércoles, 15 de octubre de 2014
Mi pequeño cordero…
Mi pequeño cordero sabe, pero
calla, mi pequeño cordero nunca dice. Eso yo lo se, por eso lo puedo decir. El
sabe los secretos que no sabe mi almohada, el guarda los recuerdos que aleja mi
mente. Mi pequeño cordero es valiente y no teme, siempre escucha sin importar
lo que le cuente. Pero el calla, eso yo lo se, el nunca dice lo que sabe, ni
mentiras ni verdades, el nunca dice, eso lo se yo. Le digo tal vez, lo que me
espera detrás de la ventana, como quisiera poder volar hacia lo profundo del cielo
y perderme en la inmensidad, ser absorbida por lo desconocido. El sabe lo que
pido cuando mis lágrimas caen, cuando solo quedan mis suspiros. Mi pequeño
cordero me abraza cuando desespero, cuando el miedo abarca más que mis sueños. Le
cuento las marcas que habitan mi piel, 1, 2, 10. 12, 13 y me pierdo, el frió
abraza mi cuerpo. Y acaricia el cordero mi mejilla, la marca mas precisa, no debí
defenderme le digo y el abraza mi cuerpo. El sabe los secretos por los que mis
lágrimas caen, porque solo quedan suspiros. Respiros diminutos, absorbidos por
el miedo que acecha hasta mis sueños. Le pregunto, a mi pequeño cordero, cada
noche el porque, pero el nunca dice, eso yo lo se. Y cierro los ojos para no
ver el cielo, esperanza que opaca mis miedos, que desespera mis deseos. Cierro
los ojos y veo, la pesadilla no tiene sueño, en aquel palacio solo habita el
miedo. La princesa corre, de torre a torre, escapa del acecho del dragón, que
sin corazón ni descanso la persigue con sus garras. Ella corre con fuerzas pero
el escape nunca llega, no hay ventanas ni puertas. No hay príncipes, ni azules.
No hay héroes entre la gente. La princesa llora su desconsuelo entre las garras
que la abrazan y la marcan, 1,2, 10. 12, 13 y pierde la cuenta. Consumida en el
fuego del dragón solo le quedan sus suspiros, respiros cada vez más diminutos
que son parte de su miedo. Y de un golpe despierto, los ojos bien abiertos, los
gritos creciendo. El dragón ahora es real y tapa mi boca queriéndome callar. Con
fuerza me agarra, y yo me retuerzo, no debo defenderme me digo y el monstruo
abraza mi cuerpo. Mi pequeño cordero a mi lado todo lo ve, todo lo sabe. Y
sobre el mis lágrimas caen, su piel de hilo empieza a guardar los recuerdos que
mi mente aleja. El dragón me golpea, debo haberlo ofendido, y por eso me marca,
para que no caiga en el olvido. El dragón es el que ahora grita, escupiendo
fuego, y yo desde el suelo pienso que vuelo a través de la ventana, a través
del cielo. Finalmente se va, con el se van mis deseos. Ahora solos con mi
pequeño cordero contamos las marcas, 14, 15,16 y me pierdo. Pero mi pequeño
cordero sabe porque mueren mis suspiros, porque caen mis lágrimas, porque ansío
lo desconocido. El sabe lo que pido, pero sin importar lo que le cuente el
calla y yo, yo nunca olvido. Mi pequeño cordero sabe, eso yo lo se, pero nunca dice lo secretos que
guarda mi mente…
Un momento perfecto
Ella esta luchando, danzando entre penumbras que descubren los
sentimientos mas obscuros que su alma aprisiona. La celda se quiere
romper pero en sus dudas encuentra oposición, confusión, miedo. Ella
grita, la desesperación altera sus sentidos y la ira empieza a emerger,
comienza lentamente a tomar el control de su voluntad. Golpea al pequeño
cordero una y otra vez mientras sus ojos solo ven aquel demonio dueño
absoluto de su ira, de su profundo dolor. Sus manos salpicadas de rojo, y
otra vez las dudas oponiéndose, confundiéndola. Ella grita, se
desespera. Yo estoy ahí en cada momento, y puedo ver con atención el
ballet de sus emociones. Dando saltos entre listones de colores con
gracia inmaculada, dando vueltas, girando sobre su propia libertad.
Puedo ver sus ojos llenos de rabia, tan intensos, tan rojizos. Tan
perfectos. Sus manos temblorosas ante cada golpe dado al pequeño
cordero, que yace sollozando entre cadenas, los gritos de auxilio entre
las lágrimas, y su alma que poco a poco libera su lado más obscuro, más
sincero. Ella finalmente se quiebra, la abrazo lo más fuerte que puedo
sin infringirle daño, ella pelea, se sacude con violencia y destilo unas
frases entre susurros, “Despacio”, le digo, “Ahora vos sos el miedo,
disfrútalo”. Ella se tambalea entre mis brazos para luego desatar un
llanto que desahoga sus penas en mi pecho, que siente el calor de cada
lágrima y guarda mi mente para siempre este momento que no podría ser
más perfecto. Nos miramos y nos fundimos en un tierno beso. Unos
segundos más tarde ella esta bailando con su propio infierno, tan calma,
sumida a su desconsuelo. Y yo mientras tanto pienso que nunca la vi más
hermosa. “Es tiempo”, me dice, “hagámoslo”, y una mano se entrelaza con
la empuñadura mientras con la yema de sus dedos, la otra acaricia
suavemente el filo del puñal. Un último beso, una mirada en silencio.
Ahora en aquel cuarto solo quedan los gritos, la desesperación, el
llanto y el miedo. Pero ya no son de ella, sino de aquel pequeño
cordero. Tomo sus manos que aun tiemblan un poco, aun son inexpertas,
las lazo con las mías con un cordel invisible. Estamos juntos en mundo
siniestro, nuestro mundo obscuro, donde no existe la luz. De fondo, aun
se escuchan los chillidos del cordero pregonando por su vida, perdiendo
lentamente la esperanza. Hundimos la hoja de un solo golpe en lo
profundo del pecho, podemos sentir la sangre fluir desde su cuerpo hacia
el filo del cuchillo, y derramarse hasta nuestras manos. Pequeñas gotas
van cubriendo el suelo, como pequeñas chispas de vida que se apagan. El
pequeño cordero siente el dolor, mientras nosotros lo observamos,
pensando entre tanto que nunca lo vimos más hermoso. Nos quedamos un
instante en silencio, viendo el fruto de su ira y de la mía también. El
cordero yace ahora en calma, pregonando por piedad, por su propia
muerte. Ella me toma por detrás, presiona su cuerpo contra el mío y
deshilacha un suspiro que dice: “despacio, disfrútalo”. Le concedo su
deseo y deslizo suavemente el cuchillo por la garganta hasta que la vida
de aquel cordero se extingue ante nuestros ojos. Así concedemos a la
vida un momento mágico entre los dos, nuestro primer asesinato juntos.
Ella esta danzando entre penumbras, en su propio infierno junto a mi, y guardamos para siempre este momento que no podría ser mas perfecto…
Ella esta danzando entre penumbras, en su propio infierno junto a mi, y guardamos para siempre este momento que no podría ser mas perfecto…
Sed de corderos
Podrán decir que fue el amor quien nos
encontró pero, se equivocan. Somos las alas rotas, las almas heridas.
Nacidos en lo más hermoso de la obscuridad, criados por el sufrimiento.
Amamantados por el dolor. Podrán decir que fue el amor, pero nosotros
sabemos la verdad, el culpable de nuestro encuentro fue el odio.
Me encontraba perdido caminando en la furia de la sed que al paso de cada segundo agudizaba sus ansias. Caminando en la obscuridad, sin rumbo. Siempre igual, siempre lo mismo. Las memorias, ellas no quieren parar. Como ecos interminables, como dagas mortales. Giro a la izquierda por el callejón, a paso firme, un poco más apresurado en cada pisada. Perdido en la sed, siempre igual, siempre lo mismo. Quiero gritar pero mi voz esta silenciada. Quiero llorar pero no queda una sola lágrima. Y todos los porque, los quien, los cuando, los pasado o presente me sacuden sin piedad, y yo solo quiero descansar. Sentirme libre, ignorar las compulsiones de mi mente. Ver la luz rompiendo la obscuridad. Pero las memorias, ellas me quieren ahogar y la caza es lo único que las calla. Giro a la derecha, directo por la avenida. Repletas de luces, de gente, siempre trato de evitarla pero algo me dice que hoy puede ser diferente. Sigo en línea recta, pronto estoy sumergido en un mar de personas y ninguna sabe que son todas presas. Pequeños corderos preparados para el sacrificio. Camino mientras el tiempo se va perdiendo, nadie parece ser ideal. Y los recuerdos empiezan a agitarse, mi cuerpo comienza a ceder a los impulsos de la locura, de la ira. Respiro profundo y giro a la izquierda por el callejón, ralentizando el paso en cada pisada. La sed esta llamando a mi propio infierno, mis demonios quieren salir a jugar. Y justo cuando la noche parece perderse, detrás del contenedor puedo ver a mi presa. Como un presente divino, yace en el suelo dormida. Esta acostada en el piso, dormida como un retoño en el vientre materno. Parece estar en calma a pesar de su intemperie. De rodillas puedo apreciar que su cabello ostenta un rubio furioso, mezclado ahora con la tierra y la suciedad del callejón. Guardo silencio un momento, y dirijo mi mano hacia su mejilla ejerciendo una suave caricia. Su piel es como el roce del aire, como el cuerpo de la rosa. Ella apenas se mueve mientras la comisura de sus labios se eleva imitando una sonrisa y parece de a poco despertar. Finalmente abre sus ojos. Por un segundo creí que mi alma era atrapada por dos zafiros, tan profundamente verdes, tan hermosos como el asilo de la noche, como el brillo de los astros. Una mirada que congela, tan solo por aquel segundo, cada hueso de mi cuerpo, toda la esencia que me rodea. Ella sonríe, ese momento, pero pronto se da cuenta y el terror habita sus ojos. Cubro su boca buscando callarla y la dejo fuera de sentido. La noche comienza a acabarse y yo encontré mi pequeño cordero…
Me encontraba perdido caminando en la furia de la sed que al paso de cada segundo agudizaba sus ansias. Caminando en la obscuridad, sin rumbo. Siempre igual, siempre lo mismo. Las memorias, ellas no quieren parar. Como ecos interminables, como dagas mortales. Giro a la izquierda por el callejón, a paso firme, un poco más apresurado en cada pisada. Perdido en la sed, siempre igual, siempre lo mismo. Quiero gritar pero mi voz esta silenciada. Quiero llorar pero no queda una sola lágrima. Y todos los porque, los quien, los cuando, los pasado o presente me sacuden sin piedad, y yo solo quiero descansar. Sentirme libre, ignorar las compulsiones de mi mente. Ver la luz rompiendo la obscuridad. Pero las memorias, ellas me quieren ahogar y la caza es lo único que las calla. Giro a la derecha, directo por la avenida. Repletas de luces, de gente, siempre trato de evitarla pero algo me dice que hoy puede ser diferente. Sigo en línea recta, pronto estoy sumergido en un mar de personas y ninguna sabe que son todas presas. Pequeños corderos preparados para el sacrificio. Camino mientras el tiempo se va perdiendo, nadie parece ser ideal. Y los recuerdos empiezan a agitarse, mi cuerpo comienza a ceder a los impulsos de la locura, de la ira. Respiro profundo y giro a la izquierda por el callejón, ralentizando el paso en cada pisada. La sed esta llamando a mi propio infierno, mis demonios quieren salir a jugar. Y justo cuando la noche parece perderse, detrás del contenedor puedo ver a mi presa. Como un presente divino, yace en el suelo dormida. Esta acostada en el piso, dormida como un retoño en el vientre materno. Parece estar en calma a pesar de su intemperie. De rodillas puedo apreciar que su cabello ostenta un rubio furioso, mezclado ahora con la tierra y la suciedad del callejón. Guardo silencio un momento, y dirijo mi mano hacia su mejilla ejerciendo una suave caricia. Su piel es como el roce del aire, como el cuerpo de la rosa. Ella apenas se mueve mientras la comisura de sus labios se eleva imitando una sonrisa y parece de a poco despertar. Finalmente abre sus ojos. Por un segundo creí que mi alma era atrapada por dos zafiros, tan profundamente verdes, tan hermosos como el asilo de la noche, como el brillo de los astros. Una mirada que congela, tan solo por aquel segundo, cada hueso de mi cuerpo, toda la esencia que me rodea. Ella sonríe, ese momento, pero pronto se da cuenta y el terror habita sus ojos. Cubro su boca buscando callarla y la dejo fuera de sentido. La noche comienza a acabarse y yo encontré mi pequeño cordero…
viernes, 3 de octubre de 2014
De todos
Cortando el aire su danza prolifera en un mundo con
miedo, en un mundo con odio. Pero a ella no le importa, ella baila con
las risas de fondo, con las melodías que escriben las sonrisas o los
compases de las lágrimas. Ella disfruta, sobre todas las cosas, aunque a
veces se le olvida. Se olvida porque se encierra en los desdenes que el
dolor le trae, en las heridas que el sufrir le infringe. ¿Por qué
olvidas tu sonrisa, porque?, si todo es parte de vos, todo es parte de
todo. Detrás de la gota que derrama la pena se esconde la mueca que
libera la alegría, y así también, detrás de ella se esconde otra gota y
otra mueca repitiéndose así por lo eterno. Todo para ser uno, uno entre
miles que están ahí, cortando el aire con tu danza. Ella es tantas
cosas, todas en uno, Felicidad, Tristeza, esperanza, desesperación,
desconfianza, fe. Locura y cordura de picnic en los jardines de la
mente, dulzura, comprensión. Ira, odio, libertad y amor. Tantos sentires
que se hacen emociones, tantas confusiones. Algunas dudas volviéndose
certezas, y cuantas razones creando sensaciones, momentos únicos,
irrepetibles. Amargos, dulces, agrios. Momentos que forman también parte
de todo, y de tu danza que prolifera en este mundo con miedo. Y crece
entre as guerras, la paz. Las destrucciones, las reconstrucciones. Las
caídas para levantarse y las veces que es mejor el suelo para asentarse.
Los sueños que elevan el alma hacia la divinidad del intento más
exhaustivo, las ganas que llevan a realizar todo lo que se siente, lo
que se piensa. La gloria de alcanzar, la pereza de dejarse estar. El
llanto de la derrota, la enseñanza de los errores. La calma para mirarse
de adentro hacia afuera, y así congeniar con todo lo que nos rodea.
Ella es todo y todos somos ella. Infancia y presente, futuro. Cortando
el aire su danza prolifera en un mundo con miedo, pero es bueno temer
porque se aprende a respetar. Respetar de adentro hacia fuera, y todo lo
que nos rodea. Y así su baile podrá seguir creciendo, el baile que ella
profesa, que es de todos, porque ella es la vida…
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