No voy a mentir otra vez pero
cuando diga la verdad quiero que me entiendas. No que me ayudes, no que me salves.
Que realmente me entiendas. No habrá palabras endulzadas, o frases literarias.
No habrá poesía contenida en estas letras. Seré sincero como el latido que
punza más fuerte en mi pecho cada vez que digo su nombre. Un estremecedor
suceso de verdad. Y es que ya no quedan más fuerzas, no podrían quedar. Se fue
la dulzura, la emoción. Que va, solo queda la tristeza. No hay rastro de brillo
en mi alma. Se entrelazan entonces y en soledad, la culpa, el amor, el dolor y
la maldita esperanza. Ya inocente y desesperada. Descreída, pero en fin,
esperanzada. Ya no quedan sonrisas que llenen o momentos que inspiren ganas en
mi ser. No queda tiempo que contenga tanto olvido. Y olvido necesito. Olvido o
muerte. Purga mi alma sin velo yaciente en el ultimo suspiro proclamado por mi
corazón y vaga ahí sus lamentos, y cumple allí su condena. Y me hiere con la
contundencia de siglos que se asemejan
con lo eterno. Todo es un eco, repite y repica en el viento, en el tiempo. ¡En
cada sentimiento!, grito. En todo momento, desahogo en susurros. Siempre repite
y que repite; su nombre. ¿Cuál será la solución, cual la locuaz respuesta que
libere de tal responsabilidad a mi alma?, quien pregunto. Quien. ¿Quién se
atreverá a arrebatarla su amor? Repito puesto que mis frases no acarrean más
que confusos argumentos. Confusos va, para quienes lean. Bien claras son mis
intenciones. No hay poesía contenida en estas letras. Soy sincero como la
distancia que nace de este silencio que ensordece y asfixia la empatía en mí,
la ternura. No trasluce otra cosa que no sea realidad, no son palabras a lazar,
son sentimientos bien marcados, tangibles. Tan reales como la aspiración de
grandeza que pretende dominar la noche cuando se enfrenta a la magnificencia de
tu belleza, sabiendo aun que ni sus estrellas ni el resguardo de su serenidad
se atreverían siquiera a rozar la divinidad que te rodea. No voy a mentir les
dije, y es que no quedan fuerzas. La vida sigue con todo, no voy a negarlo.
Sigue con la misma gente por la que estoy agradecido. Sigue con sus horas, sus
idas. Sus vueltas, su compás ineludible. Sigue ella pero no yo. Y como quisiera
despegar de este suelo que maltrata mi cuerpo y entregarme a algún sentimiento,
cualquiera sea. Como quisiera que existiera un lugar sin su nombre. Pero a
pesar de mi incomprensible deseo y su intensidad, nada vuelve realidad lo
imposible. Claro que imposible solo es lo que así se cree. Por eso me juzgan,
por eso no entienden. No tengo toda la razón del universo, no la necesito.
Tengo mi razón, la única que me define. ¿Y acaso no pueden ver que solo es
cuestión de fe?, acaso se atreven a poner en juicio el poder de una férrea
creencia, el revitalizante fervor que incinera la sangre y la revoluciona, y el
cuerpo y su vida, ¡cuanta vida!, tanta emoción descifrada y toda contenida a
punto de estallar y elevarse y tan solo… tan solo su nombre devela semejante
poder. Un sin fin de imágenes montando una perspectiva constante que proyecta
solo alegría, solo explica la realización absoluta de un ser, creado por dos, y
en absoluta obediencia a ellos dos y nada más. No quise pero tampoco me resistí
al hecho de que su nombre y su piel fuesen lo único que defina lo que el amor
sugiere. Así sucedió y así se siente. Aun hoy, aun tan fuerte. Y si no creyera
en lo que siento, que seria de mi alma, que seria en mis adentros. Lo que hoy
soy, la nada de un sentimiento, el silencio y el desprecio. Seria todo lo que
no intento. Un cuento sin final, una idea sin aliento. Tal vez no estaba
calculado, tal vez no fue obra del destino. O quizá esto sea la puesta en
escena que nos brinda la vida, no lo se. Pero ya no importa la razón o la
creencia. Lo que importa es lo que siento. Y estas letras no contendrán poesía,
les digo y no les miento. Solo dirán la verdad, develaran el misterio. No hay
vida que valga tanto como para vivirse sin tu compañía. Y no quiero que me
ayudes, no quiero que me salves. Quiero que me entiendas a mí, o a mi sincera
creencia…
martes, 29 de enero de 2013
martes, 22 de enero de 2013
Palabras
“…Soy la sombra que
carece de luz y resplandece vanamente en la existencia. Soy la lágrima ardiendo
en lo profundo del alma, brotando de su plena obscuridad, arrasando con la
esperanza desecha, soy…”
Palabras. En ocasiones lo que somos, en otras lo que nos
define. La manera sencilla de comprenderse que tienen los seres y …¿Me
comprenden?. Están ahí en al aire, jugando a ser verdades o vistiéndose de
mentiras. Algunas alcanzan la simetría perfecta que se gesta entre sentimiento
y razón creando la maquinaria que empuja o retuerce, que brinda la fuerza que como
humanos requerimos para vivir. Puesto que algunas palabras, dichas con certeza,
confianza y sinceridad, emocionan. Dejan nacer lágrimas o sonrisas. Dudas, o
caricias, besos, misterios, heridas. Sentimientos, dan libertad a nuestros
sentimientos. Y que seriamos sin ellos, no lo se, seres de piedra, de cal o de
arena. Seres de viento pero no humanos. No seriamos nada si no fuésemos capaces
de apreciar la absurda creencia de eternidad que nos da la sensación de amar,
su volatilidad, su magia. La esperanza incasable, la capacidad de superar la
cruzada más mortífera y ser inmune a la crueldad, a la obscuridad. La
insaciable capacidad de resumir lo hermoso del universo en tus ojos, tu sonrisa
o tu completa e inmaculada divinidad. No seriamos nada sino temeríamos a la
muerte, a lo desconocido. Sino sintiésemos dolor, calor, frío. Sin llanto y sin
sonrisas no seriamos más nada que la misma nada en si.
Palabras. De sobra, de falta. Que rebotan cual eco perdiéndose
en lo hondo del vacío. Que chillan o truenan. Que describen y comunican. Que se
escuchan, pero con atención, para entenderse, no sobrándolas, no ignorándolas
y…¿Me escuchan?. Son reflejo de lo que se lleva dentro y nunca exageran, ¿Cómo
podrían hacerlo si nacen de los sentimientos?. Son hijas de aquella maquinaria
que empuja o retuerce, son la mera expresión de nuestra vida. No se equivocan,
no pueden hacerlo. Su naturaleza es la férrea convicción de denotar pureza y
sinceridad. Y si suenan cursi y por ello en sus oídos se oyen falsas o
descreídas, ¿Quién será el culpable de no comprender?, el poeta que trasluce su
alma y en frases comprende su pena o su gloria, o quizá y tal vez, sea culpa
del lector u oyente. Del destinatario. No se puede sentir por otro, ni sentir
como otro. Pero se puede intentar entender lo que ese otro nos cuenta.
Palabras. Mi proclamada tumba, mi lecho. La sentencia de por
vida que arrastra mi alma. Palabras que me definen, como muerte, o como nada.
Como silencio o punzante tristeza. Decepción, vergüenza. Como la desesperanza
y…¿Me sienten?. Son mías para quien las quiera, y quien las quiera que las
lleve. Pero que las comprenda, las escuche y las sienta. De otra forma, que las
olvide. Porque no son mas nada que el todo que define mi ser. Mi lado obscuro,
mi eterna condena. Mi soledad inconfundible.
Palabras. Que no serán como esperaban, que no dirán lo que
esperan. Palabras que son solamente palabras, o quizá y tal vez sea culpa del
lector u oyente…
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