martes, 29 de enero de 2013

Mi creencia…



No voy a mentir otra vez pero cuando diga la verdad quiero que me entiendas. No que me ayudes, no que me salves. Que realmente me entiendas. No habrá palabras endulzadas, o frases literarias. No habrá poesía contenida en estas letras. Seré sincero como el latido que punza más fuerte en mi pecho cada vez que digo su nombre. Un estremecedor suceso de verdad. Y es que ya no quedan más fuerzas, no podrían quedar. Se fue la dulzura, la emoción. Que va, solo queda la tristeza. No hay rastro de brillo en mi alma. Se entrelazan entonces y en soledad, la culpa, el amor, el dolor y la maldita esperanza. Ya inocente y desesperada. Descreída, pero en fin, esperanzada. Ya no quedan sonrisas que llenen o momentos que inspiren ganas en mi ser. No queda tiempo que contenga tanto olvido. Y olvido necesito. Olvido o muerte. Purga mi alma sin velo yaciente en el ultimo suspiro proclamado por mi corazón y vaga ahí sus lamentos, y cumple allí su condena. Y me hiere con la contundencia de siglos que se  asemejan con lo eterno. Todo es un eco, repite y repica en el viento, en el tiempo. ¡En cada sentimiento!, grito. En todo momento, desahogo en susurros. Siempre repite y que repite; su nombre. ¿Cuál será la solución, cual la locuaz respuesta que libere de tal responsabilidad a mi alma?, quien pregunto. Quien. ¿Quién se atreverá a arrebatarla su amor? Repito puesto que mis frases no acarrean más que confusos argumentos. Confusos va, para quienes lean. Bien claras son mis intenciones. No hay poesía contenida en estas letras. Soy sincero como la distancia que nace de este silencio que ensordece y asfixia la empatía en mí, la ternura. No trasluce otra cosa que no sea realidad, no son palabras a lazar, son sentimientos bien marcados, tangibles. Tan reales como la aspiración de grandeza que pretende dominar la noche cuando se enfrenta a la magnificencia de tu belleza, sabiendo aun que ni sus estrellas ni el resguardo de su serenidad se atreverían siquiera a rozar la divinidad que te rodea. No voy a mentir les dije, y es que no quedan fuerzas. La vida sigue con todo, no voy a negarlo. Sigue con la misma gente por la que estoy agradecido. Sigue con sus horas, sus idas. Sus vueltas, su compás ineludible. Sigue ella pero no yo. Y como quisiera despegar de este suelo que maltrata mi cuerpo y entregarme a algún sentimiento, cualquiera sea. Como quisiera que existiera un lugar sin su nombre. Pero a pesar de mi incomprensible deseo y su intensidad, nada vuelve realidad lo imposible. Claro que imposible solo es lo que así se cree. Por eso me juzgan, por eso no entienden. No tengo toda la razón del universo, no la necesito. Tengo mi razón, la única que me define. ¿Y acaso no pueden ver que solo es cuestión de fe?, acaso se atreven a poner en juicio el poder de una férrea creencia, el revitalizante fervor que incinera la sangre y la revoluciona, y el cuerpo y su vida, ¡cuanta vida!, tanta emoción descifrada y toda contenida a punto de estallar y elevarse y tan solo… tan solo su nombre devela semejante poder. Un sin fin de imágenes montando una perspectiva constante que proyecta solo alegría, solo explica la realización absoluta de un ser, creado por dos, y en absoluta obediencia a ellos dos y nada más. No quise pero tampoco me resistí al hecho de que su nombre y su piel fuesen lo único que defina lo que el amor sugiere. Así sucedió y así se siente. Aun hoy, aun tan fuerte. Y si no creyera en lo que siento, que seria de mi alma, que seria en mis adentros. Lo que hoy soy, la nada de un sentimiento, el silencio y el desprecio. Seria todo lo que no intento. Un cuento sin final, una idea sin aliento. Tal vez no estaba calculado, tal vez no fue obra del destino. O quizá esto sea la puesta en escena que nos brinda la vida, no lo se. Pero ya no importa la razón o la creencia. Lo que importa es lo que siento. Y estas letras no contendrán poesía, les digo y no les miento. Solo dirán la verdad, develaran el misterio. No hay vida que valga tanto como para vivirse sin tu compañía. Y no quiero que me ayudes, no quiero que me salves. Quiero que me entiendas a mí, o a mi sincera creencia…       

martes, 22 de enero de 2013

Palabras


“…Soy la sombra que carece de luz y resplandece vanamente en la existencia. Soy la lágrima ardiendo en lo profundo del alma, brotando de su plena obscuridad, arrasando con la esperanza desecha, soy…” 

Palabras. En ocasiones lo que somos, en otras lo que nos define. La manera sencilla de comprenderse que tienen los seres y …¿Me comprenden?. Están ahí en al aire, jugando a ser verdades o vistiéndose de mentiras. Algunas alcanzan la simetría perfecta que se gesta entre sentimiento y razón creando la maquinaria que empuja o retuerce, que brinda la fuerza que como humanos requerimos para vivir. Puesto que algunas palabras, dichas con certeza, confianza y sinceridad, emocionan. Dejan nacer lágrimas o sonrisas. Dudas, o caricias, besos, misterios, heridas. Sentimientos, dan libertad a nuestros sentimientos. Y que seriamos sin ellos, no lo se, seres de piedra, de cal o de arena. Seres de viento pero no humanos. No seriamos nada si no fuésemos capaces de apreciar la absurda creencia de eternidad que nos da la sensación de amar, su volatilidad, su magia. La esperanza incasable, la capacidad de superar la cruzada más mortífera y ser inmune a la crueldad, a la obscuridad. La insaciable capacidad de resumir lo hermoso del universo en tus ojos, tu sonrisa o tu completa e inmaculada divinidad. No seriamos nada sino temeríamos a la muerte, a lo desconocido. Sino sintiésemos dolor, calor, frío. Sin llanto y sin sonrisas no seriamos más nada que la misma nada en si.
Palabras. De sobra, de falta. Que rebotan cual eco perdiéndose en lo hondo del vacío. Que chillan o truenan. Que describen y comunican. Que se escuchan, pero con atención, para entenderse, no sobrándolas, no ignorándolas y…¿Me escuchan?. Son reflejo de lo que se lleva dentro y nunca exageran, ¿Cómo podrían hacerlo si nacen de los sentimientos?. Son hijas de aquella maquinaria que empuja o retuerce, son la mera expresión de nuestra vida. No se equivocan, no pueden hacerlo. Su naturaleza es la férrea convicción de denotar pureza y sinceridad. Y si suenan cursi y por ello en sus oídos se oyen falsas o descreídas, ¿Quién será el culpable de no comprender?, el poeta que trasluce su alma y en frases comprende su pena o su gloria, o quizá y tal vez, sea culpa del lector u oyente. Del destinatario. No se puede sentir por otro, ni sentir como otro. Pero se puede intentar entender lo que ese otro nos cuenta.
Palabras. Mi proclamada tumba, mi lecho. La sentencia de por vida que arrastra mi alma. Palabras que me definen, como muerte, o como nada. Como silencio o punzante tristeza. Decepción, vergüenza. Como la desesperanza y…¿Me sienten?. Son mías para quien las quiera, y quien las quiera que las lleve. Pero que las comprenda, las escuche y las sienta. De otra forma, que las olvide. Porque no son mas nada que el todo que define mi ser. Mi lado obscuro, mi eterna condena. Mi soledad inconfundible.
Palabras. Que no serán como esperaban, que no dirán lo que esperan. Palabras que son solamente palabras, o quizá y tal vez sea culpa del lector u oyente…