miércoles, 2 de marzo de 2016

Puedo

¿Puedo ver en otros ojos y encontrarte?, puedo olerte en el aire, respirarte en esencia en el perfume que se impregna en la brisa y encontrarte. ¿Puedo besarte en el recuerdo y sentir tus labios?, puedo descubrirlos en otras bocas sin que sepan diferente, pero aun se sienten diferentes. ¿Puedo oír tu voz en un sueño?, o los retazos de cada eco que tus palabras me dejaron. Puedo construir tu imagen desde cero, apuntando cada estrella con mis dedos, dibujando en mi mente la simetría exquisita de tu risa. Cabe la posibilidad, cabe el intento por encontrarte. Y me pregunto, ¿Qué es lo que ando buscando?
Puedo remontarme en el tiempo para encontrarnos en la cama, disolver en fragmentos la imagen de tu cuerpo y recorrerlo casi con exactitud en la distancia, casi con perfección. Tan preciso que mi tacto aun te siente. ¿Puedo tocarte sin tenerte cerca?, puedo encontrarme perdido en la pregunta, pero sigo vivo en la respuesta. Y divago en pensamientos, por calles pisadas, por pisar buscando ese algo que creo perdido, u olvidado. Buscando un sueño, aquel suspiro que se detiene en las horas, que se atreve a admirar en la composición de cada segundo, sin pestañar, absorbiendo cada paso. Me pierdo buscándote, me encuentro recordándote. Y al final aun sigo sin saber, sin reconocer el propósito de mi búsqueda.
¿Puedo imitar al cielo, desde arriba imponerme y presenciar como la vida se transforma en la tierra?, puedo imaginarte como el ángel que descendió a mis brazos, que altero mis pasos. Puedo observar de costado como pasan las emociones a mi lado, como el mundo no altera su giro, como el sol aun lo atestigua y como yo me siento varado. Como yo me siento, aferrado. Silenciado por la fascinación que comprende un sentimiento de tal estruendosa magnitud de estalle, tan poderosa como para crear existencia. Puedo ver el ser que de ella surgió, el alma que allí fue creada. Puedo tocarla aun, si la melodía acompaña. Un ser dado a conocer por los sentimientos que otro ser, de igual semejanza, iba poco a poco construyendo con palabras, con momentos. Un ser que despertó un algo, una fuerza imaginaria que llevase desde ese punto y en adelante a mi cuerpo a sumergirse tan profundo en esa emoción, en ese no se que ubicado específicamente en tu sonrisa. Tan profundo hurgue en su naturaleza que me abandone el resto. Y así fue que un día el mundo olvido por primera vez sus giros, que el tiempo perdió la cuenta y empezó de nuevo. ¿Cuan desquiciado puedo estar por extrañar ese poco de magia?
Puedo intentar de nuevo, puedo. Podría, incluso sin quererlo seria posible. Pero verte sin mirar, dibujar aquella mueca en otro rostro sin esa simetría exquisita. ¿Por qué empeñarme en encontrarte?, si el mundo no altera su giro, si el sol aun lo atestigua.
Las voces suenan, retumban, no cesan. Las voces, de cuando en cuando lastiman, insultan. No comprenden. Pero no las culpo, no. Ni siquiera cuando punzan mi enfado. No las culpo no. Las voces no saben de aquel ser, de su fuerza imaginaria. Para ellas nuestro sentimiento será un secreto. Puedo educarlas, o podría. Pero, porque empeñarme si el mundo aun sigue sin altear su giro. Prefiero insistir, elijo desistir de mi paciencia de tanto en tanto para así poder seguir buscando, para continuar respirando tan profundo este aire hasta penetrar en su esencia y encontrarte, y olerte. Y besarte en el delirio de este sueño de amarte aun contra el tiempo, todavía latente en el olvido. Ponerte otro nombre de ser necesario, vestir tus palabras con un tono dispar, saborear los matices de tu voz en una canción desconocida. Dibujarte en el cielo con un rostro diferente. Puedo intentarlo, puedo alcanzarlo.

Puedo ver en mi mirada reflejada la intención de aquel ser, creado de dos, forjado de amor. Puedo apreciar su esencia y saber que no fue olvidada, que no será disuelta. Puedo verme, verte y entender que mi búsqueda aun no termina. Puedo, entre tanto y tanto perderte. Puedo. Pero no podría dejarte, no quisiera abandonarte.         

lunes, 29 de febrero de 2016

Hoy sueño…

Intento recordar, la marea, el viento rozando la caricia, la mejilla. El viento, tal vez frío, tal vez la brisa. Intento recordar u olvido olvidarme lo que fue, lo que es. El viento rozando mi mejilla, ¿rozando? Confuso, mareado, hipnotizado por el ir y venir de las olas al romper, al llegar, al tocar la costa y descansar en forma de sal. La sal, amarga, ligera, ¿o espesa tal vez?, como la arena, como sus huellas. Intento, no alcanzo, ¿intento? Un trato inaceptable, contrato que se hace trizas. Trizas, fragmentos, momentos deshilachados formando nudos, enredados en el alma, perdidos sin calma. Un corazón latiendo de fondo, ¿enterrado? Errado quizá, equivocado. La brisa, la marea y el sol, parte también de una canción envuelta en lágrimas. Una sonrisa que se pierde con la calma, se apaga la estrella, la luna se entromete pero no alcanza, lo intenta y no alcanza. ¿Soy yo el intento?, y quien la meta. Olvido el recuerdo, olvido… la caricia en la mejilla es del viento, mi mano ya no alcanza, se cansa. Mis manos…
Intento el olvido para el recuerdo, y aun más me acuerdo, más lo veo. El cielo en su descenso, descolorido, desprotegido. El cielo y su descenso, su descanso dentro de mis ojos, mis sueños en sus brazos. La calma, ahí estaba, su existencia, su sentencia a un paraíso exquisito. En imágenes, difusas, cortadas, aun se ve, aun lo veo. Siguiendo las huellas la arena, la mezcla con la sal, el sol. ¿El brillo fue de febo o los destellos se brindaban apacibles desde una fuente ajena, certera? Intento olvidarme, quizá lo recuerdo, tal vez en algún sueño aun lo veo. Una charla amigable, de costado a la inocencia se la ve distinta, de costado, lado a lado pero no de la mano. De costado al amor se lo ve acostado, dormido. Una charla amigable sin dudas un recuerdo, ¿o es olvido? El sentido confuso, mareado, hipnotizado por el ir y venir de la memoria, cansada, soñada. Rompe la sal en la herida, ahora lo veo todo en un sueño. La caricia perdida, la calma, el olvido… la memoria del cielo.
Recuerdo el intento, siniestro, silencio que hoy se olvida, una vida que vive de memoria. La historia en la arena, las marcas en su piel borradas, erosionadas. Las marcas en mi piel clavadas, estancadas. Brillando cual luz de haz, haz brillante. Tal vez fue febo, y la duda hecha canción. Quizá fue la sonrisa esa que se perdió. La misa del dolor llamando a campanazos al corazón, sonando una, dos. Sonando tres y la sordera es inventada, el silencio no existe y retumba, rebota en cada rincón del alma el llamado que la tristeza propone. Propone con fuerza, sin calma. La caricia que falta, desespera, desentierra el recuerdo y se confunde, se aterra. Se aferra al testimonio que la memoria dispone, se exalta, se angustia impaciente, rabiosa. Se muere y renace en la locura inevitable de un olvido como el silencio, inexistente. De un intento para el olvido, de un cielo perdido. De un corazón… en el fondo del suelo, enterrado.
Un intento, dos. Un montón de canciones y estrellas que el cielo propone. Dispone mi alma de un segundo y las cuenta. Una, dos, tres, la cuenta difiere de ayer y ayer no es hoy. Falto esta el cielo de un astro, falto esta el tiempo de esperanza. No hay espera que la haga llegar, desespera la canción y no existe mas aquella duda. Las olas se la llevaron, traga la marea y escupe mis restos, sus restos, tus restos. La que queda es la caricia, ahora perdida, lo que queda en la memoria es la historia de un olvido inexistente, latente aun en un corazón con alma enredada, sin calma. Intento verlo, ayer no es hoy y hoy…hoy es un sueño…

Reflejo

Una imagen, de más imágenes formando un rostro, con mas rostros de muecas rotas, de partes montadas en otras partes formando la imagen que se rompe en imágenes, en figuras un tanto confusas, un poco dolidas. ¿Quién te dijo, quien comento y quien comenta mis verdades, mis mentiras?, ¿Quién te dijo que sabias mas de mi que mi yo de mi verdad, de la verdad? Una mentira que te exige pensar y así te crees con el derecho de mencionar que es lo que esta bien, y que lo que esta completamente mal en una historia que no pidió de tus letras, en un cuento que siempre tubo narrador, y vos, vos solo fuiste un espectador. Casual, causal. Con menos atención que voluntad, con más desconcierto que acierto a la hora de opinar. Sin pensar, una y otra vez dijiste y diste tu palabra, tan incierta como un dolor incomprendido que tal vez tubo también de mi parte una comprensión poco sensata, una reflexión tardía e inadecuada, pero fue mía, así como siempre lo será. Su promesa de eterno recuerdo en mi memoria latirá, y rugirá de una manera que jamás podrá contener el poder que tu razón dispone, y, no será por capricho o falta de voluntad. Quizá al contrario, sea por exagerar esa intención, ese intento por entender lo esquivo de un sentimiento tan ajeno a tu sentir. Tan ajeno como palabra clave, tan distinto a tu verdad y he aquí el momento donde te pido, casi te ruego te pongas a pensar ¿estaré haciendo bien, o estaré imponiendo el mal? Un mal, claro esta, que es ajeno a mi veracidad. Mi tan clave como vos junto a pensar, a disentir de tus propios argumentos que despiertan la ceguera de tus oídos que no ven lo que mis palabras escuchan al decirse en voz alta, y aquí también quizá mi explicación es poco sensata, pero hay que hacer de cuenta que la voz que la narra esta dentro de una tormenta que dispone el alma, que cada frase y su sintaxis son parte de la historia que se aloja en un corazón formado por imágenes y rostros, por muecas y momentos hoy rotos, disueltos.
El reflejo ahora me ciega, soy yo el que no ve, el silencio se aleja, soy yo el que no escucha, el que escapa. ¿Quién pidió tu auxilio, tu dote de falso héroe?, quien te dio la fe necesaria para dejar de lado tu humildad y pensarte sabio en las cuestiones de otro, los dolores de otro. ¿Quién te dio la tinta necesaria para sobrescribir los versos de un poema que nunca fue tuyo?, de una poesía desgarrada por el intento incansable del poeta por rasgar hasta la esencia del sentimiento, exacto, el significado preciso de aquello que su corazón agitaba. ¿Quién te dio entrada a su alma, y con que descaro arruinaste su confianza? Una bronca que se espalda en un querer, y que por eso no estalla, por eso se calla y se guarda en al arcón de aquel corazón con mas sumas que restas, con mas vacío que tesoro. Se parte en imágenes un rostro que no levanta la mirada, que elude un enfrentamiento de vano sentido, una pelea acabada hace tanto tiempo como el olvido, mejor dicho, como su intento fallido. Evade su imagen ahora partida en el reflejo, despedazada como la cruz representante de la carga, mi carga, yaciente sobre la espalda que truena, y aqueja el desconsuelo de querer evitar el peso en cada paso, y de no poder. De pretender ganarle al recuerdo, a la memoria. De tratar de alejarse de un todo inexorable que jamás podrá formar parte del nunca, tanto así como tu verdad no será parte de la mía. Una mirada irritada a través de los intentos tan vanos que nunca comprenderán lo insensato de este sentimiento que revienta en una explosión tal que rompe a pedazos la cabeza envuelta en giros, en pensares aturdidos por las imágenes, los momentos, los recuerdos. Por las partes separadas de un todo que nunca llego a ser del todo, que murió antes de nacer. Todo visto desde hoy, puesto que el ayer brillaba tan fuerte como la sonrisa de Inti, con su calor, su color. Su luz perpetua e inagotable. Hoy noche, hoy sombras. Sombras que ironizan e iluminan una parte de la mente más sensata, que ahora comprende los errores antes inconcebibles. Traen claridad sobre las mentiras de otros momentos, ajenos al presente. Presente como palabra clave.
Una imagen, con cientos de imágenes dentro configurando un ser hecho de miles de otras imágenes, de momentos que corren junto al tiempo grabándose u olvidándose de otros momentos, de otros cientos de imágenes que formaron un pasado ya vivido, ya pisado. Y aun se ve tu tinta tachando al poema. ¿Por qué no se cansa tu inútil empeño por concebir la razón sobre mi sentimiento?, porque no te cansas y te alejas como la nada, o junto al todo y tendrás mis gracias. La mirada derecha, los ojos caídos, pero firmes en retazos de un espejo y su reflejo ambiguo, confuso. Y las palabras en voz alta buscan culpable, serás vos o el destino. ¿Seré yo?, o quizá sea este camino. ¿Cómo enfrentarme a la derrota, como defenderla si yo fui testigo?, como, me digo, y lo que busco es un porque. Otra mentira cual respuesta se esconde en otra pregunta que se hace dentro del corazón, y en cada uno de sus fragmentos brilla su reflejo. ¿Hasta cuando?, hasta siempre…
Besando aquel suelo, parte irrefutable de lo que una vez fue aquel cielo, recojo entonces los trozos del espejo, o tal vez también de mi alma y con paciencia infundada por aquellos momentos, pasados y presentes vividos dispongo el armado de aquella imagen, que es mi rostro, de muecas rotas y otras un tanto incompletas, entonces me digo: “aun sigo, aun respiro”…

viernes, 17 de octubre de 2014

Esencia de amor…



Brillante se desliza cual haz de luz sobre tu boca, brillante ilumina lo profundo del alma. Y brilla como el fuego salvaje, se propaga por cada rincón de mi existencia. Puedo sentir el calor que despierta con calma los sentimientos que se adormecen en el corazón. Puedo sentir la vida, la gracia de la divinidad. Es como acariciar en un solo segundo cada pétalo de cada rosa hasta absorber la última gota de suavidad. Y tus ojos se elevan hasta alcanzar los astros, juntos ellos bailan, ellos sueñan. El silencio es perfecto entre tus suspiros, los momentos son eternos en tu piel. Cada fragmento que conforma la humanidad en mi espíritu esta de rodillas adorando la belleza que profesa tu rostro. La sensualidad que tu silueta exime. Nada podría ser más perfecto. Brillante el desliz percibe mis lágrimas, y las seca con el abrigo de su calma. Cuan alto vuela mi alma, cuan lejos crece su amor. Abrazo tu cuerpo, con el más que la imaginación de mis deseos, de mis anhelos. Es maravilloso sentir la entrega de todo un complemento de existencia hacia otro. Es hermoso saber que ese otro sos vos. La musa de cada letra que se hace palabra ha descifrar en los poemas de tu voz, en los confines de tu ternura. Que agraciada se contempla mi vida con el simple hecho de darte parte en ella, de hacerte parte de ella. Brillante se desliza sobre el roce de mis manos, que ahora guardan su esencia para siempre. Esencia que es felicidad. Mi felicidad. Nuestra. Brillante ilumina lo profundo de nuestras almas, y brilla por cada rincón de la existencia…     

La presa indeseada…

No me gusta cazar mujeres. Las considero una creación que esta mas allá de la comprensión humana. Debe haber existido una deidad, una fuerza profunda que intervino en su existencia. No, no me gusta cazar mujeres pero, la sed no distingue entre sexos, entre colores o religiones. La sed solo ansia saciarse. Y a veces, de vez en cuando me encuentro cara a cara con estas hermosas criaturas.  Me gusta su aroma, el perfume que confunden con el aire. Algunos dulces, otros más fuertes. Es como si fueran una especie más de la rosa o de los lirios. Algunos se apoderan tan profundo de mi olfato que me transportan a pequeños trozos de recuerdos, trozos donde a veces sonrío y otras tantas lloro. Es como un segundo mágico. Adoro el tacto de su piel, la sutil sensación de deslizar la yema de mis dedos y absorber cada gota de esa suavidad, de esa calma. La caricia se alivia, se sumerge en un calor y una comprensión impensada. Debo insistir en este punto, son parte de una deidad o una creación de esta. Me gusta ver su miedo. Respirarlo y volverlo suspiros. Suspiros que habitan el cuarto aun cuando las dejo solas. En este tiempo, ellas, ellas puede ser los corderos más frágiles, los mares de llanto y desesperación que se vuelven la más sumisa aceptación. O pueden ser la más feroz de las batallas. Fuertes, seguras, decididas. Aunque siempre hay lágrimas, siempre hay gritos. Las melodías del temor. Amo las muecas que cada emoción les dibuja cuando están en aquel cuarto. El numero 9. Presas de mi voluntad, de mi sed. Las caras tristes, las caras furiosas. Las desesperadas. Amo cada centímetro de esas sensaciones. Quizá porque las abandone un tiempo atrás, muy atrás. Pero la expresión que más se apodera de mi ser, la mueca más perfecta es su sonrisa. Oh, majestuoso gesto que abriga el frío de mi alma, que da calor y latido a mi obscuro corazón. Puedo sentir la tibieza de mi sangre, su fluir mas continuo, mas aprisa. Puedo saborear la paz, la tranquilidad. Me ahogo en silencio y preciso en mi mente cada fragmento de su poesía. La reescribo, la dibujo sobre los astros a través de la ventana y me siento; me siento que vuelo. Que supero los cielos, que alcanzo el espacio. Hasta pierdo partes de mi dolor. Se asemeja a la luna en cuarto creciente, una curva de brillo singular que atraviesa todos los sentidos y deja su huella en lo mas profundo de uno. Es la esencia de la belleza. Pero esto no es un sueño, es mi más siniestra pesadilla. Me gusta la precisión con que la obscuridad se alía con el miedo para destrozar toda su esperanza, en esa habitación del infierno. Usualmente son 9 los días que toma romper el encanto. Para ese entonces la divinidad se quiebra y se vuelven presas. El cordero deja ver su cuello y el cuchillo lo cercena. La sed se calma, los recuerdos se apagan. Solo queda la paz en esa habitación obscura. Pero, ¿Cuánto durara esta vez?, me pregunto. Tal vez otros 9 días, tal vez otras 9 horas. La sed no distingue entre días u horas. La sed solo ansia saciarse…    

miércoles, 15 de octubre de 2014

Mi pequeño cordero…




Mi pequeño cordero sabe, pero calla, mi pequeño cordero nunca dice. Eso yo lo se, por eso lo puedo decir. El sabe los secretos que no sabe mi almohada, el guarda los recuerdos que aleja mi mente. Mi pequeño cordero es valiente y no teme, siempre escucha sin importar lo que le cuente. Pero el calla, eso yo lo se, el nunca dice lo que sabe, ni mentiras ni verdades, el nunca dice, eso lo se yo. Le digo tal vez, lo que me espera detrás de la ventana, como quisiera poder volar hacia lo profundo del cielo y perderme en la inmensidad, ser absorbida por lo desconocido. El sabe lo que pido cuando mis lágrimas caen, cuando solo quedan mis suspiros. Mi pequeño cordero me abraza cuando desespero, cuando el miedo abarca más que mis sueños. Le cuento las marcas que habitan mi piel, 1, 2, 10. 12, 13 y me pierdo, el frió abraza mi cuerpo. Y acaricia el cordero mi mejilla, la marca mas precisa, no debí defenderme le digo y el abraza mi cuerpo. El sabe los secretos por los que mis lágrimas caen, porque solo quedan suspiros. Respiros diminutos, absorbidos por el miedo que acecha hasta mis sueños. Le pregunto, a mi pequeño cordero, cada noche el porque, pero el nunca dice, eso yo lo se. Y cierro los ojos para no ver el cielo, esperanza que opaca mis miedos, que desespera mis deseos. Cierro los ojos y veo, la pesadilla no tiene sueño, en aquel palacio solo habita el miedo. La princesa corre, de torre a torre, escapa del acecho del dragón, que sin corazón ni descanso la persigue con sus garras. Ella corre con fuerzas pero el escape nunca llega, no hay ventanas ni puertas. No hay príncipes, ni azules. No hay héroes entre la gente. La princesa llora su desconsuelo entre las garras que la abrazan y la marcan, 1,2, 10. 12, 13 y pierde la cuenta. Consumida en el fuego del dragón solo le quedan sus suspiros, respiros cada vez más diminutos que son parte de su miedo. Y de un golpe despierto, los ojos bien abiertos, los gritos creciendo. El dragón ahora es real y tapa mi boca queriéndome callar. Con fuerza me agarra, y yo me retuerzo, no debo defenderme me digo y el monstruo abraza mi cuerpo. Mi pequeño cordero a mi lado todo lo ve, todo lo sabe. Y sobre el mis lágrimas caen, su piel de hilo empieza a guardar los recuerdos que mi mente aleja. El dragón me golpea, debo haberlo ofendido, y por eso me marca, para que no caiga en el olvido. El dragón es el que ahora grita, escupiendo fuego, y yo desde el suelo pienso que vuelo a través de la ventana, a través del cielo. Finalmente se va, con el se van mis deseos. Ahora solos con mi pequeño cordero contamos las marcas, 14, 15,16 y me pierdo. Pero mi pequeño cordero sabe porque mueren mis suspiros, porque caen mis lágrimas, porque ansío lo desconocido. El sabe lo que pido, pero sin importar lo que le cuente el calla y yo, yo nunca olvido. Mi pequeño cordero sabe,  eso yo lo se, pero nunca dice lo secretos que guarda mi mente…

Un momento perfecto

Ella esta luchando, danzando entre penumbras que descubren los sentimientos mas obscuros que su alma aprisiona. La celda se quiere romper pero en sus dudas encuentra oposición, confusión, miedo. Ella grita, la desesperación altera sus sentidos y la ira empieza a emerger, comienza lentamente a tomar el control de su voluntad. Golpea al pequeño cordero una y otra vez mientras sus ojos solo ven aquel demonio dueño absoluto de su ira, de su profundo dolor. Sus manos salpicadas de rojo, y otra vez las dudas oponiéndose, confundiéndola. Ella grita, se desespera. Yo estoy ahí en cada momento, y puedo ver con atención el ballet de sus emociones. Dando saltos entre listones de colores con gracia inmaculada, dando vueltas, girando sobre su propia libertad. Puedo ver sus ojos llenos de rabia, tan intensos, tan rojizos. Tan perfectos. Sus manos temblorosas ante cada golpe dado al pequeño cordero, que yace sollozando entre cadenas, los gritos de auxilio entre las lágrimas, y su alma que poco a poco libera su lado más obscuro, más sincero. Ella finalmente se quiebra, la abrazo lo más fuerte que puedo sin infringirle daño, ella pelea, se sacude con violencia y destilo unas frases entre susurros, “Despacio”, le digo, “Ahora vos sos el miedo, disfrútalo”. Ella se tambalea entre mis brazos para luego desatar un llanto que desahoga sus penas en mi pecho, que siente el calor de cada lágrima y guarda mi mente para siempre este momento que no podría ser más perfecto. Nos miramos y nos fundimos en un tierno beso. Unos segundos más tarde ella esta bailando con su propio infierno, tan calma, sumida a su desconsuelo. Y yo mientras tanto pienso que nunca la vi más hermosa. “Es tiempo”, me dice, “hagámoslo”, y una mano se entrelaza con la empuñadura mientras con la yema de sus dedos, la otra acaricia suavemente el filo del puñal. Un último beso, una mirada en silencio. Ahora en aquel cuarto solo quedan los gritos, la desesperación, el llanto y el miedo. Pero ya no son de ella, sino de aquel pequeño cordero. Tomo sus manos que aun tiemblan un poco, aun son inexpertas, las lazo con las mías con un cordel invisible. Estamos juntos en mundo siniestro, nuestro mundo obscuro, donde no existe la luz. De fondo, aun se escuchan los chillidos del cordero pregonando por su vida, perdiendo lentamente la esperanza. Hundimos la hoja de un solo golpe en lo profundo del pecho, podemos sentir la sangre fluir desde su cuerpo hacia el filo del cuchillo, y derramarse hasta nuestras manos. Pequeñas gotas van cubriendo el suelo, como pequeñas chispas de vida que se apagan. El pequeño cordero siente el dolor, mientras nosotros lo observamos, pensando entre tanto que nunca lo vimos más hermoso. Nos quedamos un instante en silencio, viendo el fruto de su ira y de la mía también. El cordero yace ahora en calma, pregonando por piedad, por su propia muerte. Ella me toma por detrás, presiona su cuerpo contra el mío y deshilacha un suspiro que dice: “despacio, disfrútalo”. Le concedo su deseo y deslizo suavemente el cuchillo por la garganta hasta que la vida de aquel cordero se extingue ante nuestros ojos. Así concedemos a la vida un momento mágico entre los dos, nuestro primer asesinato juntos.
Ella esta danzando entre penumbras, en su propio infierno junto a mi, y guardamos para siempre este momento que no podría ser mas perfecto…