martes, 22 de enero de 2013

Palabras


“…Soy la sombra que carece de luz y resplandece vanamente en la existencia. Soy la lágrima ardiendo en lo profundo del alma, brotando de su plena obscuridad, arrasando con la esperanza desecha, soy…” 

Palabras. En ocasiones lo que somos, en otras lo que nos define. La manera sencilla de comprenderse que tienen los seres y …¿Me comprenden?. Están ahí en al aire, jugando a ser verdades o vistiéndose de mentiras. Algunas alcanzan la simetría perfecta que se gesta entre sentimiento y razón creando la maquinaria que empuja o retuerce, que brinda la fuerza que como humanos requerimos para vivir. Puesto que algunas palabras, dichas con certeza, confianza y sinceridad, emocionan. Dejan nacer lágrimas o sonrisas. Dudas, o caricias, besos, misterios, heridas. Sentimientos, dan libertad a nuestros sentimientos. Y que seriamos sin ellos, no lo se, seres de piedra, de cal o de arena. Seres de viento pero no humanos. No seriamos nada si no fuésemos capaces de apreciar la absurda creencia de eternidad que nos da la sensación de amar, su volatilidad, su magia. La esperanza incasable, la capacidad de superar la cruzada más mortífera y ser inmune a la crueldad, a la obscuridad. La insaciable capacidad de resumir lo hermoso del universo en tus ojos, tu sonrisa o tu completa e inmaculada divinidad. No seriamos nada sino temeríamos a la muerte, a lo desconocido. Sino sintiésemos dolor, calor, frío. Sin llanto y sin sonrisas no seriamos más nada que la misma nada en si.
Palabras. De sobra, de falta. Que rebotan cual eco perdiéndose en lo hondo del vacío. Que chillan o truenan. Que describen y comunican. Que se escuchan, pero con atención, para entenderse, no sobrándolas, no ignorándolas y…¿Me escuchan?. Son reflejo de lo que se lleva dentro y nunca exageran, ¿Cómo podrían hacerlo si nacen de los sentimientos?. Son hijas de aquella maquinaria que empuja o retuerce, son la mera expresión de nuestra vida. No se equivocan, no pueden hacerlo. Su naturaleza es la férrea convicción de denotar pureza y sinceridad. Y si suenan cursi y por ello en sus oídos se oyen falsas o descreídas, ¿Quién será el culpable de no comprender?, el poeta que trasluce su alma y en frases comprende su pena o su gloria, o quizá y tal vez, sea culpa del lector u oyente. Del destinatario. No se puede sentir por otro, ni sentir como otro. Pero se puede intentar entender lo que ese otro nos cuenta.
Palabras. Mi proclamada tumba, mi lecho. La sentencia de por vida que arrastra mi alma. Palabras que me definen, como muerte, o como nada. Como silencio o punzante tristeza. Decepción, vergüenza. Como la desesperanza y…¿Me sienten?. Son mías para quien las quiera, y quien las quiera que las lleve. Pero que las comprenda, las escuche y las sienta. De otra forma, que las olvide. Porque no son mas nada que el todo que define mi ser. Mi lado obscuro, mi eterna condena. Mi soledad inconfundible.
Palabras. Que no serán como esperaban, que no dirán lo que esperan. Palabras que son solamente palabras, o quizá y tal vez sea culpa del lector u oyente…            

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