“…Soy la sombra que
carece de luz y resplandece vanamente en la existencia. Soy la lágrima ardiendo
en lo profundo del alma, brotando de su plena obscuridad, arrasando con la
esperanza desecha, soy…”
Palabras. En ocasiones lo que somos, en otras lo que nos
define. La manera sencilla de comprenderse que tienen los seres y …¿Me
comprenden?. Están ahí en al aire, jugando a ser verdades o vistiéndose de
mentiras. Algunas alcanzan la simetría perfecta que se gesta entre sentimiento
y razón creando la maquinaria que empuja o retuerce, que brinda la fuerza que como
humanos requerimos para vivir. Puesto que algunas palabras, dichas con certeza,
confianza y sinceridad, emocionan. Dejan nacer lágrimas o sonrisas. Dudas, o
caricias, besos, misterios, heridas. Sentimientos, dan libertad a nuestros
sentimientos. Y que seriamos sin ellos, no lo se, seres de piedra, de cal o de
arena. Seres de viento pero no humanos. No seriamos nada si no fuésemos capaces
de apreciar la absurda creencia de eternidad que nos da la sensación de amar,
su volatilidad, su magia. La esperanza incasable, la capacidad de superar la
cruzada más mortífera y ser inmune a la crueldad, a la obscuridad. La
insaciable capacidad de resumir lo hermoso del universo en tus ojos, tu sonrisa
o tu completa e inmaculada divinidad. No seriamos nada sino temeríamos a la
muerte, a lo desconocido. Sino sintiésemos dolor, calor, frío. Sin llanto y sin
sonrisas no seriamos más nada que la misma nada en si.
Palabras. De sobra, de falta. Que rebotan cual eco perdiéndose
en lo hondo del vacío. Que chillan o truenan. Que describen y comunican. Que se
escuchan, pero con atención, para entenderse, no sobrándolas, no ignorándolas
y…¿Me escuchan?. Son reflejo de lo que se lleva dentro y nunca exageran, ¿Cómo
podrían hacerlo si nacen de los sentimientos?. Son hijas de aquella maquinaria
que empuja o retuerce, son la mera expresión de nuestra vida. No se equivocan,
no pueden hacerlo. Su naturaleza es la férrea convicción de denotar pureza y
sinceridad. Y si suenan cursi y por ello en sus oídos se oyen falsas o
descreídas, ¿Quién será el culpable de no comprender?, el poeta que trasluce su
alma y en frases comprende su pena o su gloria, o quizá y tal vez, sea culpa
del lector u oyente. Del destinatario. No se puede sentir por otro, ni sentir
como otro. Pero se puede intentar entender lo que ese otro nos cuenta.
Palabras. Mi proclamada tumba, mi lecho. La sentencia de por
vida que arrastra mi alma. Palabras que me definen, como muerte, o como nada.
Como silencio o punzante tristeza. Decepción, vergüenza. Como la desesperanza
y…¿Me sienten?. Son mías para quien las quiera, y quien las quiera que las
lleve. Pero que las comprenda, las escuche y las sienta. De otra forma, que las
olvide. Porque no son mas nada que el todo que define mi ser. Mi lado obscuro,
mi eterna condena. Mi soledad inconfundible.
Palabras. Que no serán como esperaban, que no dirán lo que
esperan. Palabras que son solamente palabras, o quizá y tal vez sea culpa del
lector u oyente…
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