martes, 1 de marzo de 2011

¿Quién podría negar que fueran tal para cual? (cuento)

Deslizaba el grueso de sus dedos sobre el filo de las cuerdas de su vieja guitarra. Acariciaba finamente cada acorde, dejando escapar las notas exactas de la melodía fantástica que su  alma compuso para ese momento, para ella. Centraba la mirada en el borde de sus ojos y sonreía levemente con cada frase que su canción regalaba. La noche fue su lienzo perfecto, las estrellas, la luz de luna iluminando el perfil exacto de su bella dama, su princesa. Se hacía grande de ilusiones, se sentía el aroma del más fiel amor en el ambiente.

Ella ahí estaba, sentada en la misma silla, bebiendo los sorbos de su usual daiquiri, siempre de frutilla, con poco hielo y algo de azúcar. Mirando directo a él, sin perderse un solo segundo, enamorada, hechizada. ¿Quién podría negar que fueran tal para cual? 

Jugaron un tiempo, se besaron a escondidas y se fugaron. Soñaron con lo eterno, se juraron no mentirse jamás y no olvidarse. Se marcaron el corazón con las manos y durmieron en el atardecer. ¿Quién podría decir que el aire no sabía a rosas?.

El tiempo escribe y tal vez sin pensar, sobre cada destino algo en particular. Un momento, un instante. O una eternidad. Escribe y lo plasma en el lugar exacto, donde debe suceder, donde puede pasar. y los arrincono a ellos dos, en la lejanía del mar, dos amantes perdidos se pudieron encontrar. ¿Quién podría pensar algún otro final?

Pasaron los días, las horas, los segundos. 15 días no eran suficientes para tanta pasión, ¿dónde quedaran los secretos que solo la arena puede contar?, en sus huellas, en el mar.

Y así se despidieron, uno de capital y otra de más allá; y su amor se fue con ellos. Su piel les serviría de mapa para encontrar el punto exacto donde estallo su pasión, donde se recorrieron y se bañaron en lo cierto de cada uno de sus sentimientos. Su guitarra una canción, su vientre una ilusión. Una ilusión en silencio, que nació de aquel amor, que el tiempo escribió sin pensar, solo para ellos dos y esa noche perfecta. ¿Quién podría negar que fueran tal para cual?... 

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