jueves, 27 de diciembre de 2012

El alma de un hombre sin corazón

Las palabras pesan y cansan el sigilo de su andar. Se detiene por completo y yace inmóvil sobre la espesura del pavimento. Empieza a no sentir el calor, difiere su emoción de lo que la rodea, incapaz de sentir como la primera vez. Dañada, herida. Un río se forma y se bifurca mientras surca las grietas que presenta el suelo y detrás danza en su ritual tras su velo que ahora es de silencio y sonríe, temprano cosecho su victoria esta vez. Resplandece tal aura nacida de la mas bella primavera el filo de la guadaña y se regodea en su infinita paciencia pues sabe que no hay esperanza, no hay fe. Esta vez no hay asilo que la resguarde, no existe melodía que impulse su salvación. El dictamen: la derrota. Sombra tras sombra se devela y se muestra con mil caras y mil formas, aunque solo una la requiera. No le sirve la culpa ni el perdón, no hay segundas oportunidades. Y ella lo sabe y lo acepta. Su vida ya no le pertenece, y hasta el lo sabe y lo acepta. Un ser desterrado de si mismo y enfrente la dama sin nombre, la inevitable. Un escenario que solo denota muerte, final. Y su velo que ahora quizá sea vuelva paz, calma. Pero no. Podría ser que el misterio de la parca se descifre en crueldad y aunque nada quede de aquel ser, no hay un final que lo contenga. Y el grito que arraiga en sus entrañas se ahogara en el dolor por mas tiempo aun y, ¿Acaso no ha pasado suficiente tiempo, suficiente llanto?. Pero ella lo sabe y el también y no se quejan, no cuestionan. Viven su muerte, tal y cual se escribe. Alma y cuerpo, formando un ser que ya no existe aunque habite la existencia, aunque se confunda entre otros seres. Y su pregunta no es porque, nunca lo fue. Su pregunta es cuando. Y la muerte danza su ritual tras su velo que ahora es presente y sonríe, temprano cosecho su victoria esta vez...

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