Somos caminantes sobre piedras, caminos
sinuosos, confusos, salvajes. Rutas que marcan llegadas a diferentes destinos
que nos buscan y nosotros esperamos. O no. Tal vez los poseemos desde el primer
momento, son nuestros, somos dueños de nosotros mismos. Y que difícil serlo
habiendo tanta condición. ¿Realmente queremos la lo que tenemos, la vida que
llevamos?. ¿Es uno mismo quien toma el giro del timón y lo mantiene en curso,
en cualquier curso?. Crecemos y adaptamos cada una de las circunstancias que
nos rodean. Nuestras primeras palabras no son nuestras, están ahí, flotando en
el aire. Solo las consumimos, las experimentamos. Y las decimos así sin más,
por reflejo de la condición humana. Seguimos en viaje y nos transformamos con
la armonía y la sincronía perfecta que presenta una opera. Con su pasión y sus
misterios, sus musas, su belleza. La emoción, tanta emoción que rebalsa y
explota y esparce sobre todo lo que vemos su cultura, su sabiduría. Su visión
del tiempo, de las relaciones. De cada aspecto que nos rodea y nos rodeara por
el resto de la vida. Y entonces somos seres de la evolución, somos aprendices
de lo que vivimos, “esclavos” de lo que fuimos y nos toco pasar a través de los
distintos caminos recorridos. Y nos presentamos en el ahora buscando que es lo
que queremos y como lo queremos. Persiguiendo alocadamente la forma correcta de
ser uno con el todo, de ser todo con uno mismo. Nos cuestionamos las decisiones
que nos llevan a ser este presente, aquellas que marcan lo que será mañana. A
veces mas tiempo del que se requiere y otras con tan poco tiempo que son las
incorrectas. Pero son nuestros errores o aciertos. O al menos eso creemos. Porque,
¿Cuántas veces nos encontramos preguntándonos que es lo que estamos haciendo en
este preciso instante con nuestras vidas?, ¿esto es lo que realmente quiero?. Quizá
sea el reflejo de lo que fui, quizá no adaptamos y no nos transformamos. Simplemente
copiamos lo que vivimos y lo traspolamos entre los años hasta el día de hoy. Y
entonces así seriamos cualquier otra persona viviendo cualquier otra situación,
pero alejada de la persona que queremos ser, esa que llevamos dentro y que vive
por si misma. Quizá no esta en la naturaleza humana cuestionar tanto cada decisión,
pesando en la balanza más fuerte la consecuencia que la acción en si, pesando
más la duda que la certeza de lo que nos hace bien. Lo que nos hace felices. Aquello
que nos da la fuerza para recorrer todo tipo de caminos. Y si tantas preguntas,
tantas dudas nos vuelven nada, nos paralizan a cometer el delito de vivir plenamente
nuestras vidas, porque eso son, NUESTRAS vidas. Si tanto nos condicionamos me pregunto,
¿de que vale vivir?, cual es su sentido si seremos lo que fuimos o lo que nos dicen,
o lo que vemos y no lo que somos. Caminantes que siguen, aprenden. Se rodean de
placeres que complementan sus caminatas, de lunas y soles que sonríen y regalan
días perfectos. De lluvias y fríos, vientos, que arrancan y desesperan pero pasan.
Aunque es verdad, a veces dejan secuelas profundas, eternas. Pero son heridas que
nos auto inflingimos y la vida sigue siendo nuestra. Más triste, más alegre. Más
nuestra. Y nunca debería ser de otra manera, solo un músico es capaz de
hacernos escuchar esa melodía que nos emociona hasta el llanto, el único e
irrepetible yo.
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