Ella esta luchando, danzando entre penumbras que descubren los
sentimientos mas obscuros que su alma aprisiona. La celda se quiere
romper pero en sus dudas encuentra oposición, confusión, miedo. Ella
grita, la desesperación altera sus sentidos y la ira empieza a emerger,
comienza lentamente a tomar el control de su voluntad. Golpea al pequeño
cordero una y otra vez mientras sus ojos solo ven aquel demonio dueño
absoluto de su ira, de su profundo dolor. Sus manos salpicadas de rojo, y
otra vez las dudas oponiéndose, confundiéndola. Ella grita, se
desespera. Yo estoy ahí en cada momento, y puedo ver con atención el
ballet de sus emociones. Dando saltos entre listones de colores con
gracia inmaculada, dando vueltas, girando sobre su propia libertad.
Puedo ver sus ojos llenos de rabia, tan intensos, tan rojizos. Tan
perfectos. Sus manos temblorosas ante cada golpe dado al pequeño
cordero, que yace sollozando entre cadenas, los gritos de auxilio entre
las lágrimas, y su alma que poco a poco libera su lado más obscuro, más
sincero. Ella finalmente se quiebra, la abrazo lo más fuerte que puedo
sin infringirle daño, ella pelea, se sacude con violencia y destilo unas
frases entre susurros, “Despacio”, le digo, “Ahora vos sos el miedo,
disfrútalo”. Ella se tambalea entre mis brazos para luego desatar un
llanto que desahoga sus penas en mi pecho, que siente el calor de cada
lágrima y guarda mi mente para siempre este momento que no podría ser
más perfecto. Nos miramos y nos fundimos en un tierno beso. Unos
segundos más tarde ella esta bailando con su propio infierno, tan calma,
sumida a su desconsuelo. Y yo mientras tanto pienso que nunca la vi más
hermosa. “Es tiempo”, me dice, “hagámoslo”, y una mano se entrelaza con
la empuñadura mientras con la yema de sus dedos, la otra acaricia
suavemente el filo del puñal. Un último beso, una mirada en silencio.
Ahora en aquel cuarto solo quedan los gritos, la desesperación, el
llanto y el miedo. Pero ya no son de ella, sino de aquel pequeño
cordero. Tomo sus manos que aun tiemblan un poco, aun son inexpertas,
las lazo con las mías con un cordel invisible. Estamos juntos en mundo
siniestro, nuestro mundo obscuro, donde no existe la luz. De fondo, aun
se escuchan los chillidos del cordero pregonando por su vida, perdiendo
lentamente la esperanza. Hundimos la hoja de un solo golpe en lo
profundo del pecho, podemos sentir la sangre fluir desde su cuerpo hacia
el filo del cuchillo, y derramarse hasta nuestras manos. Pequeñas gotas
van cubriendo el suelo, como pequeñas chispas de vida que se apagan. El
pequeño cordero siente el dolor, mientras nosotros lo observamos,
pensando entre tanto que nunca lo vimos más hermoso. Nos quedamos un
instante en silencio, viendo el fruto de su ira y de la mía también. El
cordero yace ahora en calma, pregonando por piedad, por su propia
muerte. Ella me toma por detrás, presiona su cuerpo contra el mío y
deshilacha un suspiro que dice: “despacio, disfrútalo”. Le concedo su
deseo y deslizo suavemente el cuchillo por la garganta hasta que la vida
de aquel cordero se extingue ante nuestros ojos. Así concedemos a la
vida un momento mágico entre los dos, nuestro primer asesinato juntos.
Ella esta danzando entre penumbras, en su propio infierno junto a mi, y guardamos para siempre este momento que no podría ser mas perfecto…
Ella esta danzando entre penumbras, en su propio infierno junto a mi, y guardamos para siempre este momento que no podría ser mas perfecto…
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